El General León de Palleja representa las tradiciones más caras al soldado y muy especialmente para el arma de Infantería.
Nació en Sevilla en el año 1817 (sin fecha exacta) con el nombre de José de Pons y Ojeda, llega a Teniente en las fuerzas carlistas que lucharon entre los años 1833 y 1839.
Emigrado a Francia, cambia su nombre por el de León Sánchez de Palleja.
En 1840 llega a Montevideo. En 1842 inicia su carrera militar uruguaya en el gobierno de la Defensa en la Guerra Grande donde comienza como soldado en la Guardia Nacional. Sus dotes y conocimientos militares le valieron el ascenso a capitán el 3 de abril de 1844.
En 1849, con el grado de sargento mayor era designado Jefe del Cuerpo de Voltígeros. En agosto de 1851 alcanzó la jerarquía de coronel.
Forma parte de la División Oriental que vence en Monte Caseros (03/02/1852) a las fuerzas del general Juan Manuel de Rosas.
A su regreso pasó a comandar el Batallón de Cazadores Nº 2.
En enero de 1865 se plegó a la revolución encabezada por Venancio flores; siendo destinado una vez obtenido el triunfo al cuerpo de Ejército Uruguayo que operó en Paraguay durante la Guerra de la Triple Alianza, comandando el Batallón Florida.
En vida, fue creador de reglamentos de gran importancia para la estructuración orgánica de nuestra infantería.
Con su muerte, ocurrida en el campo de batalla de Boquerón, en Paraguay el 18 de julio de 1866, marcó un hito de valentía a imitar que hoy es recordado al festejarse el día de su muerte como el Día de la Infantería. Fue ascendido a general póstumamente por decreto del 3 de agosto, con antigüedad del 18 de julio de ese año.
El sentimiento causado por su muerte queda plasmado por la nota del general Venancio Flores al ministro de Guerra y Marina del 19 de julio:
“En el ataque de ayer, la patria ha perdido uno de sus más bravos y leales defensores: ¡el coronel don León de Palleja ha muerto!.
Después de haber soportado todos los rigores y trabajos de una campaña de que ha sido el héroe, ha dado a la República cuanto el hombre puede darle: su vida.
Que la República pague a su vez la deuda sagrada que tiene contraída para con sus manes, Orlando su memoria con la corona inmarcesible de los héroes, la eterna gratitud á su recuerdo
Que el Dios de la bondad premie al guerrero venturoso, y que su memoria tenga un templo en el pecho de cada ciudadano oriental….”